Así lo considera el profesor del departamento de Geografía Humana de la Universidad de Granada, Alberto Capote. Nacen menos personas de las que fallecen y el saldo migratorio es negativo. La edad media en la localidad es de 44´8 años, con datos de 2021. Actualmente somos 4.583 habitantes.
España es uno de los cinco países del mundo con mayor esperanza de vida, y por lo tanto, en nuestro país vivimos más años. Sin embargo, cada vez se producen menos nacimientos. La despoblación y el envejecimiento de la ciudadanía plantean un reto demográfico importante, especialmente en espacios rurales de interior. Sobre ello reflexiona en el último número del periódico El Bermejino el menciano Alberto Capote Lama, profesor del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Granada. Según datos del censo, la localidad cerró 2022 con 4.583 habitantes, 20 menos que los 4.603 de 2021.
Tal y como destaca Alberto Capote, la despoblación se debe, fundamentalmente, a dos factores: nacen menos personas de las que fallecen y se mantiene un saldo migratorio negativo, con salidas de población que están protagonizando sobre todo los jóvenes, buscando oportunidades fuera de la localidad. Por ello, en Doña Mencía, la edad media ha pasado de 39´4 años en el año 2.000, a 44´8 años en 2.021. Los valores para la comunidad andaluza son, en ese mismo periodo, de 37´07 a 42´42 años. La situación es más grave en zonas rurales del norte de la provincia.
Otro dato que analiza Alberto Capote es el referido al índice de renovación de la población activa, que mide la relación entre las personas en edad de incorporarse al mercado de trabajo, con los que abandonarán la población activa (en Demografía, jóvenes entre 15 y 19 años y adultos entre 60 y 64). De este modo, fijándose en cifras de 2021, en Doña Mencía, por cada 100 personas que se jubilarían a medio plazo, se incorporarían 83 al mercado de trabajo. “No es un dato excesivamente bajo, pero sí sintomático“, expresa el autor.
Capote Lama considera que nuestro pueblo sufre una despoblación moderada, aunque progresiva. Distingue así tres etapas: una correspondiente al auge económico español de principios de siglo, en el que se registró un crecimiento positivo. Este periodo coincidió con un repunte de la natalidad por la llegada a la edad adulta de las distintas generaciones del baby boom de los años 60 y 70. Otra etapa se ceñiría a los años vividos entre 2008 y 2015. En plena crisis, el saldo natural pasa a ser negativo y por primera vez, las defunciones superan a los nacimientos, lo que se ve reforzado por un saldo migratorio negativo, ya que son más las personas que se van del municipio que las que llegan. Y una última etapa post crisis económica en la que el descenso es ya mucho más visible. Crece la diferencia entre defunciones y nacimientos y la llegada de población extranjera es insuficiente para cambiar el signo del saldo migratorio. “Tras la crisis hay un repunte de la demografía en España, vuelve a llegar población de origen extranjero, pero en esta etapa, Doña Mencía ya no se ajusta al contexto del país, pues el país crece por el saldo migratorio y nosotros no tenemos población que venga de fuera. Hay algunas familias asentadas en el pueblo, pero son muy pocas”.
A raíz de estos datos, el autor alude a medidas tomadas en otros entornos rurales encaminadas a la atracción de población foránea, también a la retención de la población local e incluso a la llegada de los denominados nómadas digitales. Alberto Capote destaca a su vez, que España posee uno de los índices de fecundidad más bajos de Europa, algo que relaciona con el contexto económico y también con una edad de emancipación de la juventud más tardía, una tasa de paro juvenil alta y pocas políticas de conciliación.